miércoles, 18 de enero de 2012

eres la misma ilusión que soñé una vez

Desesperación. Esa era la palabra: Noté tu presencia desde el mismo momento que llegaste: ¿Qué hacías allí? ¿Para qué habías venido? Suspiré... Hacía tanto tiempo ya desde la última vez... Habías cambiado. Era cierto lo que me dijeron, te encontrabas más alto, tenías el pelo diferente, tu espalda se había ensanchado y tú mirada..., ahora, denotaba una madurez que hasta entonces no había conocido. ¿Qué has descubierto para que tus ojos irradien esa luz? Me quedé mirándote...
Fue entonces cuando coincidimos en el mismo punto de vista: el otro... Yo sentía como tu mirada se clavaba en mí. Parecía decirme algo. Cuéntame mi amor, ¿qué es lo que quieres que conozca? ¿Qué es lo que deseas que sepa?
Mis barreras se derrumbaban, lo notaba, ¿pero qué podía hacer después de todo? ¿Lanzarme hacía tí y sentirme al final rodeada por la calidez de tu abrazo como antaño siempre hicimos? No... Eso ya no podía suceder... Retiré la mirada al ver que no había respuestas en forma de palabras por tu parte. Eso era lo único que necesitaba: palabras. Palabras de aliento, palabras sinceras, palabras que salieran directas de tu corazón... Pero eso no ocurrió.
Poco a poco me fui encaminando hacia la salida. Una salida que, en realidad no sabía si escoger, pero claramente, era la que ahora, en este preciso instante, debía tomar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario